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EL DISCURSO DE LA SERVIDUMBRE 

VOLUNTARIA EN EL CINE

(Click en las imágenes para leer los análisis de los films)
 


“’No veo bien en la soberanía de muchos; uno solo sea amo, uno solo sea rey.’ Así hablaba en público Ulises, según Homero. (…) En lugar de decir, con más razón, que la dominación de muchos no puede ser buena ya que la de uno solo, en cuanto asume su naturaleza de amo, ya suele ser dura e indignante, añadió todo lo contrario ‘Uno solo sea amo, uno solo sea rey’.                                                                                                                   (La Boéite[1])

El Discurso de la servidumbre voluntaria fue escrito a una edad bastante temprana, tanto para su escritor como para la humanidad. Fue escrito en 1548, a los dieciocho años de La Boétie, cuando apenas se atisbaban los albores de la Ilustración. La Boétie abre su ensayo con un pasaje de la Odisea, recurre a un relato de ficción para mostrar cómo en dicho discurso se encuentra ya el de una servidumbre voluntaria, al igual que sucede en los discursos de estas tres ficciones de nuestra época: Vatel (R. Joffe, 2001), Lo que queda del día (J. Ivory, 1993) y Los santos inocentes (M. Camus, 1984). Las tres están protagonizadas por sirvientes que refuerzan y no hacen nada por salir de su situación de servidumbre, reflejando cada una, una época, región y cultura diferentes.
Vatel (Roland Joffé), Gaumont. Manga Films y Sherlock Media S.L., en España ©2001.

Vatel se sitúa en la Francia del siglo XVII, Lo que queda del día en Inglaterra durante la segunda Guerra Mundial y Los santos inocentes en la España de los sesenta. Nos permiten observar los diferentes matices que adquiere un tema tan complejo, en las diferentes circunstancias que determinan el comportamiento de los personajes. La Boétie explicaba la frase de un personaje honesto como Ulises en función de su contexto. 

“Debemos perdonar a Ulises, quien, entonces, se vio obligado a utilizar este lenguaje para aclarar la sublevación del ejército, adaptando, según creo, su discurso a las circunstancias más que a la verdad.”[2]

Sin embargo en los tres films citados, los que justifican con sus actos la servidumbre no son servidos sino sirvientes, y por ello no faltan a la verdad para sacar provecho de la situación, pues colaboran a reforzar al poder desde abajo. Una pulsión lleva a los tres protagonistas a reforzar su posición servil, haciendo resonar la pregunta y leitmotiv del texto de La Boétie: 

“Cómo pueden tantos hombres (…) soportar a veces a un solo tirano, que no dispone de más poder que el que se le otorga, que no tiene más poder para causar perjuicios que el que se quiera soportar y que no podría hacer daño alguno de no ser que se prefiera sufrir a contradecirlo.”[3]

AUTOJUSTIFICACIÓN DE LA SERVIDUMBRE

Los tres protagonistas ponen mucho esfuerzo en servir para sentirse orgullosos de su trabajo. ¿Qué hay detrás de dicho comportamiento? Vatel es el maestro de ceremonias del Príncipe de Condé, y mantiene amistad tanto con el Príncipe como con algunos de los sirvientes a los que dirige. El trabajo de Vatel como director del servicio busca causar agrado a los demás en cada detalle y el Príncipe depende de él para recuperar su alta reputación impresionando al Rey Luis XIV. En Lo que queda del día el Sr. Stevens es el último de una generación de mayordomos, director de grandes equipos para atender mansiones de lords de los que recibe buen trato, aunque él siempre busca mantener una distancia y frialdad, impidiendo cualquier implicación emocional que lo distraiga de su trabajo, ni con sus señores, ni con personal del servicio. En Los santos inocentes tenemos a Paco el bajo, un campesino al que se le permite vivir en una casa junto a las tierras que trabaja, pero teniendo que sufrir un trato muchas veces vejatorio, por parte de la familia terrateniente.
La Boétie señala dos puntos principales a la hora de que un sirviente defienda afanosamente la servidumbre: 

“La primera razón de la servidumbre voluntaria es la costumbre”[4]

The Remains of the Day (James Ivory), Columia Tristar Films de España, ©1993.



Esto explica a la perfección el ímpetu servicial del Sr. Stevens y el de Paco el bajo. El primero recibe un trato siempre amable y el segundo es objeto de abusos, pero ambos se prestan gustosos a servir. La costumbre ha hecho que Paco considere a la familia terrateniente como a sus patrones, pues no sabe hacer otra cosa que trabajar para ellos; mientras que Stevens sirve más allá que de por costumbre por tradición familiar, pues los Stevens llevan varias generaciones ejerciendo la mayordomía a un reconocido alto nivel. En el comportamiento de Vatel, vemos que se ha acostumbrado a recibir un buen trato de su señor y en cuanto esto se mantiene, Vatel presta sus servicios si no con placer, sí con pasión. El otro punto clave que señala La Boétie es que 

“gracias a las concesión de favores hay casi tanta gente para quien la tiranía es provechosa como para quien la libertad es deseable”[5]. 

Esta sentencia es tan cierta que se mantiene hasta nuestros días. En cuanto a los tres films, en esta característica ya sí podemos englobar a los tres sirvientes protagonistas, pues todos ellos reciben un trato de favor que les sirve como amortiguación para defender su condición de servidumbre. condición en la cual La Boétie apuntaba:

“Para que los hombres, mientras quede en ellos algún vestigio de humanidad, se dejen someter, deben producirse de dos cosas una: o bien están obligados, o bien han sido engañados.”[6]

Los santos inocentes (Mario Camus) Ganesh, United International Pictures ©1984.


En los tres films, y es precisamente lo que hace tan intensas sus historias, los protagonistas conservan gran dosis de humanidad y aún así, asumen y defienden las circunstancias de su sometimiento. En el caso de Los santos inocentes diríamos que Paco está obligado, pues su vivienda garantiza un techo para su familia, a cambio de los servicios y si renunciara a esos trabajos, perdería las oportunidades que le brinda a sus hijos. Vatel es engañado por su amigo al que sirve, el Príncipe, pues no piensa que éste sería capaz de venderlo o peor aún, de regalarlo. En el caso de Lo que queda del día, es un engaño, pero nadie ha engañado a Stevens: mientras su excompañera de trabajo Kenton ha hecho su propia vida, Stevens no sale de su rol de mayordomo, ni si quiera cuando deja de ser su obligación y es él mismo quien se engaña, justificando su decisión de negarse a amar a Kenton por no romper la tradición familiar y volviendo a servir a otro señor. La Boétie ya contemplaba la posibilidad de que 

“por engaño también pierden los hombres su libertad, pero en tal caso, son con  menos frecuencia seducidos por otro que por su propia ceguera.”[7] 

Stevens se niega a ver los guiños cómplices de Kenton, quien está abierta a buscar una vida junto a él. Pero más ciego está aún Paco, quien o no es o no quiere ser consciente del maltrato que sufre, y no deja de ver al Señorito Iván como el adorable e inocente hijo de la familia que le da trabajo. En el caso de Vatel no hay ceguera, pues en todo momento se muestra crítico con los abusos de autoridad. En caso de haber ceguera sería por pensar que el Príncipe de Condé valora por encima de todo su amistad, pero al ser obsequiado al rey pasa a ver la luz, viendo que los intereses propios de su señor estaban por encima de cualquier vínculo de amistad.

(Continúa en 2/2)


[1] LA BOÉTIE: Discurso de la servidumbre voluntaria, Terramar, Buenos Aires, 2008.
[2] Ibíd. p. 45.
[3] Ibíd. p. 45.
[4] Ibíd. p. 54.
[5] Ibíd. p. 54.
[6] Ibíd. p. 54.
[7] Ibíd. p. 55.


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